Saint-Exupéry (treinta y cuatro)

TREINTA y CUATRO Apenas abrí un ojo percibí la claridad del amanecer entrando por la ventana, como si trajera con ella parte necesaria de la energía que necesitaría el nuevo día. Sentía mi cuerpo inmóvil, mis músculos aún dormidos, como si solo mi mente se hubiera despertado y el resto prefiriera seguir dormido. La luz era ténue, débil, pero irradiaba vida. Recorrí con la mirada la habitación muy despacio,...
Leer más...